Toda
reelección tiene como objetivo instaurar métodos maquiavélicos en el ejercicio
del poder, genera altos índices de corrupción, fomenta el padrinazgo y la “cosa
nostra”, que es contrario a la alternancia democrática, y no permite una auditoria contable a las cuentas fiscales. Las reelecciones generalmente
permiten tapar, o esconder evidencias de lo ilícito, por lo menos hace que la
ciudadanía olvide algunos actos no tan santos.
La permanencia en el cargo,
en periodos largos, en especial en la administración pública, generalmente hace
caer al funcionario en la tentación de la corrupción, para hacerse rico de
manera fácil, es por eso que una vez llegado al poder, casi nunca quieren dejar
el cargo. El poder, es una especie de elixir de placer y se convierte en una
forma de vida.
Los defensores de la
reelección, sostienen que la tesis gobierno fuerte y hegemónico, del poder
absoluto, son validos para alcanzar la eficacia y resolver los problemas de la
sociedad, pero en el fondo, todo proceso reeleccionista no garantiza ninguna
eficacia en el arte de gobernar.
Los procesos reeleccionista
y mandatos prolongados nunca fueron positivos para las democracias desde el
punto de vista institucional, no obstante que la mayoría coinciden en la
necesidad de poner límite a los excesos de poder.
La historia política
registra que todo proceso reeleccionista a terminado siempre en el copamiento de los espacios democráticos, y el consecuente abuso de poder que vulnera los
elementales principios de participación ciudadana, del sistema de control, el
respeto y el reconocimiento a las minorías, el pluralismo político y cultural,
y el libre juego de gobierno y oposición.
En efecto, las reelecciones
son negativas y nefastas para la democracia, está ligada a una intención clara
de perpetuarse en el poder, y si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe
absolutamente.(La Prensa Nacional)
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